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El infaltable “Cascanueces”

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El plato fuerte de esta obra llega al final del segundo acto con el Grand Pas de deux del Hada Garapiñada y su Caballero interpretado por tres parejas diferentes. Foto: Nancy Reyes. Gentileza NR.

El plato fuerte de esta obra llega al final del segundo acto con el Grand Pas de deux del Hada Garapiñada y su Caballero interpretado por tres parejas diferentes. Foto: Nancy Reyes. Gentileza NR.

El Ballet Nacional de Cuba no podía ser menos –pasamos revista a las programaciones de sus iguales en el planeta-, el primer mes de año 2017 sin rescatar de su repertorio activo su producción de “El cascanueces” , en versión de su directora general y prima ballerina assoluta Alicia Alonso, estrenada en el XVI Festival internacional de ballet de La Habana de 1998, uno de los grandes clásicos creado por Lev Ivánov, en colaboración con Marius Petipa y el genial soporte musical de P. I. Tchaikovski.

La reposición se realizó en la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. La dirección del principal coliseo de la capital cubana se vio presionado por el entusiasmo manifestado por el público local y foráneo, tanto por chicos y grandes, aficionados a este género dancístico –que colmo el aforo de la mencionada sala los tres primeros fines de semana de enero-, y debió programar un día extra en la semana de cierre de la temporada “invernal”.

Esta afortunada decisión permitió, al público y crítica especializada, valorar las prestaciones de la pléyade de jóvenes talentos del BNC, bisoños o no, que asumirían los papeles protagonistas y a los solistas que defendían por vez primera los secundarios, así como los rangos sucesivos del cuerpo de baile, tan importantes en esta pieza decimonónica. Que fuera estrenada hace 125 años en el teatro Mariinsky de San Petesburgo, el 18 de diciembre de 1892.

Chanell Cabrera, como Clara, de brillante baile y convincente interpretación de un personaje clave en “Cascanueces”. Foto: Nancy Reyes. Gentileza NR.

Chanell Cabrera, como Clara, de brillante baile y convincente interpretación de un personaje clave en “Cascanueces”. Foto: Nancy Reyes. Gentileza NR.

Otras versiones
Como es sabido por los cubanos aficionados al ballet, y un amplio sector de los habitantes de la Mayor de las Antillas, Alicia Alonso concibió “su” Cascanueces, en dos actos y tres escenas, apegada a las más tradicionales existentes cuando enriqueció sus saberes al ocupar los primeros rangos de importantes compañías de ballet de Estados Unidos y de Europa. Por supuesto que está basada en la original de Ivánov, empero posteriormente adoptó las aportaciones de grandes maestros de la “antigua escuela rusa”, como es el caso de Nikoai Sergeiev, Alexandra Fedorova. Luego, aperecieron las versiones de Gorski y Vainonen, asi como la de Christensen (según la versión recortada presentada en NYC por los Ballets rusos de Montecarlo en 1940). Posteriormente, en 1954, George Balanchine produjo su versión para el New York City Ballet, mientras que Alicia Alonso era la intérprete, entonces, de los roles protagonistas en el American Ballet Theatre y en los Ballets russes de Monte-Carlo –allí, se puso en la piel de Clara (María o Masha) e igualmente bailó los célebres pas de deux de la Reina de las nieves y el Hada Garapiñada, acompañada por los más notables primeros bailarines durante sus temporadas en el país norteño.

Disímiles diccionarios o enciclopedias especializadas en las artes escénicas, y en particular la danza, han repertoriado, al menos, unas 50 versiones de Cascanueces, desde su creación en 1892 hasta nuestros días. Sin embargo, es conocido que la acción de este clásico ha sido tradicionalmente situada, geográficamente, en la ciudad alemana de Núremberg –en las primeras décadas del siglo XIX-. No obstante, cuando atravesó el Atlántico y llegó a los Estados Unidos de América (donde se muestra la mayoría de las producciones de este ballet que en ningún otro país), la acción del argumento es generalmente transpuesto a la ciudad en la cual está siendo representado; ya sean las versiones soviéticas de Grigorovich, Vainonen, Cranko, Nureyev, Flindt, Neumeier, Baryshnikov (en 1976, con acentos “freudianos”), Robert Joffrey (la tradicional de 1995, en NYC); o la de Christopher Wheeldon (para el Joffrey, en 2016, ahora con sede en Chicago, en el histórico momento de la Feria Universal de 1893); o la de Matthew Bourne (de 1992, situada en un orfelinato londinense); o a de Helgi Tomasson, de 2004, para el Ballet de San Francisco, que la sitúa en esa ciudad del oeste durante la Exposición Internacional Panamá-Pacífico de 1915.

El soporte musical es siempre la espléndidamente teatral partitura de Tchaikovski. Por supuesto, no se salva de ser intervenida con recortes y añadidos, o alteraciones en los tempos, según quien la baile  la conduzca en el foso; aunque muchos aprecian la calidad auspiciadora de la obertura (otros la refieren menos larga); igualmente, esto ocurre en los bailables del segundo acto, durante las escenas en la confitería, donde Clara y su príncipe-cascanueces han sido conducidos por su padrino el Dr. Drosselmeyer. Sin duda, sus orquestaciones mantienen el carácter de la festividad navideña e infantil, al apoyar las coreografías que, en algunos casos, evitan el clisé, pero otras no logran evadirse de los diseños escénicos naif.

“Cascanueces” del BNC se estrenó en 1998 con los figurines del diseñador italiano Hugo Fiorato, en coproducción con los teatros La Fenice, de Venecia y el Carlo Felice, de Génova. Foto: Nancy Reyes. Gentileza NR.

“Cascanueces” del BNC se estrenó en 1998 con los figurines del diseñador italiano Hugo Fiorato, en coproducción con los teatros La Fenice, de Venecia y el Carlo Felice, de Génova. Foto: Nancy Reyes. Gentileza NR.

Con toque cubano

En el primer acto, por ejemplo, las acciones dramáticas durante la fiesta navideña en los salones del palacete de la familia de Clara, aquí están bien definidas las pantomimas, aunque los bailarines, si  técnicamente exhiben sus destrezas, se nos antojan todavía desiguales histriónicamente. Debemos destacar las entregas de Ernesto Díaz, como Drosselmeyer; a Brian González, como Fritz el hermano de Clara; y a Chanell Cabrera, como Clara, de brillante baile y convincente interpretación.

Inteligentemente, Alicia Alonso ha transformado la tradicional presencia de los tres personajes de la Commedia del´Arte, para los bailes con títeres, en una apropiación válida de los protagonistas de Petrouchka, es decir el Moro y su adorada Muñeca, en esta ocasión ejecutados por poderosos intérpretes que alternaron en cada función. En el segundo acto, mencionaremos las meritorias ovaciones conseguidas por la bailarina Daniela Gómez, como la serpiente, en la Danza de los árabes; y los tres ejecutantes de la Danza rusa, en particular Omar Hernández, Daniel Rittoles y Dairon Darias.

En la tercera escena del primer acto tuvimos el grato disfrute de la exquisita presencia y la musicalidad en el baile de Sadaise Arencibia, con el soporte confiable del elegante Raúl Abreu, en el Cascanueces, aunque en tanto que debutante mostró todavía su vulnerabilidad. Esta parte de Reina de las Nieves, alternaron dos convincentes solistas: Claudia García y Ginett Moncho, ambas con eficaz y poderoso trabajo de las puntas.

El plato fuerte de esta obra llega en los minutos finales, el Grand Pas de deux que cierra el segundo acto: el Hada Garapiñada y su Caballero. Alternaron aquí tres parejas, ofreciendo un derroche de estilo y pirotecnias, sin embargo, no todos estuvieron musicalmente precisos. Eso sí, desencadenaron ovaciones de pie: Anette Delgado junto Dani Hernández; Viengsay Valdés y Patricio Revé, e igualmente los debutantes Ginett Moncho  y Ariel Martínez.

Como apuntábamos arriba, la producción actual fue estrenada en 1998 con los figurines debidos al diseñador italiano Hugo Fiorato, en coproducción con los teatros La Fenice, de Venecia y el Carlo Felice, de Génova. Lamentablemente, debo reprochar la fatiga, por la lógica usura, que ya muestra la escenografía y, en menor medida, algunas piezas del elegante vestuario. Y no quiero soslayar el esforzado y eficiente trabajo del maestro Giovanni Duarte realizado con los jóvenes atriles de la Orquesta sinfónica del Gran Teatro, a juzgar por la calidad mejorada el soporte musical que emergía desde el foso.


La Habana en acción

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El dúo homo-erótico de Marianela Boán “Cruce sobre el Niágara”, de 1987, presentado por Acosta Danza se ha convertido en “un clásico” de la danza contemporánea cubana. Foto: Yuris Nórido. Gentileza AD.

El dúo homo-erótico de Marianela Boán “Cruce sobre el Niágara”, de 1987, presentado por Acosta Danza se ha convertido en “un clásico” de la danza contemporánea cubana. Foto: Yuris Nórido. Gentileza AD.

El mes de abril, en esta ocasión, no fue “el más cruel” -al decir del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante-, fue el del inmenso placer artístico y espiritual ofrecido por lo mejor de la danza cubana, en todos los géneros y modalidades ejecutorias por las más importantes compañías del país, y por supuesto sus talentosos intérpretes.

Momento culminante de esta especial temporada anual lo constituyó  la gala del 29 de abril en el acogedor coliseo capitalino “Mella”, donde se entregó el Premio Nacional de Danza al maestro Manolo Micler, ex bailarín, coreógrafo y director artístico (por varias décadas) del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba (CFN), concedido por un jurado integrado por prestigiosos especialistas y premios nacionales, presidido en esta ocasión por su colega y laureado Alberto Méndez, destacó su esforzada trayectoria, diversos méritos y sobresalientes creaciones para la escena nacional.

Fundador de la Facultad de Arte Danzario de la Universidad de las Artes de La Habana, Micler –desde su vinculación como bailarín del CFN en la década del 60 del siglo pasado-, “se ha distinguido, según el acta de premiación, por su constancia empeño y vocación creadora en pos de lo mejor de nuestras proyecciones musicales y de danza con inspiración folclóricas. Ha trabajado en varios países del planeta…y ha alcanzado merecidos lauros y reconocimientos por su importante labor”.

Las celebraciones de esta fecha elegida en los 70 de la pasada centuria por UNESCO – un 29 de abril nació Georges Noverre- , estuvieron calzadas por el Mensaje que cada año se encarga a una gran personalidad de la profesión, en este caso correspondió a la coreógrafa y bailarina norteamericana Trisha Brown, pero la muerte le llegó antes, el 18 de marzo, para que pudiera leerlo. A los 80 años, desaparece uno de los pilares de la danza contemporánea y posmoderna, una de las artistas más influyentes de la escena global.

En su “mensaje”, nos ha dejado un precioso legado de conceptos y principios de suma importancia, el cual nos mantendrá reflexionando por mucho tiempo. “La danza, dice, transmite y expande el lenguaje universal de la comunicación, dando lugar al nacimiento de la alegría y la belleza, y al progreso del conocimiento humano. La danza es la capacidad de crear… una y otra vez…en el pensamiento, en el proceder, en el hacer, y en la interpretación”. Y termina proféticamente: “La vida de un artista no concluye con la edad, como sostienen algunos críticos. La danza está hecha de gentes y de ideas. El público puede llevarse a casa el impulso creativo y ponerlo en práctica en la vida diaria”.

Antes de la gala  del 29 de abril, en el mismo escenario, se organizó una jornada de tres noches consecutivas donde mostraron su buen quehacer las agrupaciones danzaras habaneras profesionales, además contó con presentaciones de la camagüeyana Compañía folclórica Camagua. La organización y coordinación de estos eventos fueron ejecutados por los especialistas correspondientes del Consejo Nacional de las Artes Escénicas y la Casa provincial de la Danza, y el apoyo de otros departamentos de Ministerio cubano de cultura.

Temporadas de Acosta Danza y el Ballet Nacional de Cuba

Acosta Danza estrenó en Cuba de “Belles-Lettres” (2014), una obra de Justin Peck, joven bailarín y coreógrafo residente del New York City Ballet. Foto: Yuris Nórido. Gentileza AD.

Acosta Danza estrenó en Cuba de “Belles-Lettres” (2014), una obra de Justin Peck, joven bailarín y coreógrafo residente del New York City Ballet. Foto: Yuris Nórido. Gentileza AD.

Dos pesos pesados entre los conjuntos locales, el Ballet Nacional de Cuba y la joven compañía Acosta Danza, subieron nuevamente a la prestigiosa escena García-Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, ofreciendo funciones dos fines de semana con todas las capacidades cubiertas. La primera de ellas, bajo la dirección artística de Alonso, eligió un variado programa de concierto que incluyó las piezas más exitosas estrenadas en el pasado festival internacional de ballet de La Habana, como “Cygne”, de Daniel Proietto, interpretado con pasión, convicción y carisma por la bailarina Daniela Gómez, en su posmoderna evocación del icónico  clásico de Fokine-Pavlova; “Oscurio” de Anabel López-Ochoa, con patrocinio de los British Friends de la BNC, y ejecutado por la virtuosa Viengsay Valdés y solistas del cuerpo de baile; y la lírica miniatura romántica “Invierno” en una entrega estilística notable de la escritura coreográfica de la bisoña Ely Regina (la elección musical no nos parece la más pertinente aquí).

El espectáculo abrió con “Un concierto en blanco y negro”, del desaparecido coreógrafo portorriqueño José Parés, que permaneció por varias décadas en el repertorio pasivo del BNC, con la feliz excepción de Sadaise Arencibia, el bisoño grupo de solistas y cuerpo de baile no contribuyó al disfrute de esta exquisita pieza, tan exigente en la musicalidad y la gestualidad apegada al estilo más clasicista del academicismo técnico, si tenemos en cuenta la autoría del soporte musical : el Concierto en Re mayor para piano y orquesta de Joseph Haydn.

El eminente bailarín Carlos Acosta, en su función primera como fundador-director artístico de Acosta Danza, también repone obras recientes y otras menos que ingresaron a su repertorio, empero nos regaló con el estreno en Cuba de “Belles-Lettres” (2014), una de las mejores creaciones de Justin Peck, joven bailarín y coreógrafo residente del New York City Ballet. Esto ha sido posible gracias al apoyo del Cuban Artist Fund y Bespoke, según aparece indicado en el lujoso programa de mano.

El Ballet Nacional de Cuba puso en escena varias de las obras de su repertorio, con la participación de toda la compañía. Foto: Nancy Reyes. Gentileza NR.

El Ballet Nacional de Cuba puso en escena varias de las obras de su repertorio, con la participación de toda la compañía. Foto: Nancy Reyes. Gentileza NR.

Con el soporte musical de una rara pieza cameral del decimonónico compositor César Franck (Lieja 1822-París 1899): Solo de piano con acompañamiento de un quinteto de cuerdas, Peck se ha inspirado para crear este neoclásico “Belles Lettres”, pues según afirma sus coreografías parten de la música, y el estilo es muy afín al de su compañía neoyorkina: rápido, enérgico, atlético, con marcados contrastes de dinámicas – se sabe que su entrenamiento primario proviene de la tap dance-, por lo tanto en su obra esto se refleja en cuanto al ritmo y “timing”, sin duda sincopado. En sus ballets, y este es prueba de ello, trabaja como un artista artesanal, no uno experimental, es decir, que intenta producir el efecto coherente de un cineasta. Este es el séptimo ballet que creó para el NYCB –aunque el más solicitado ha sido “Año del Conejo” del 2012-, desde su ingreso en 2009. Ya en 2016, estrenó su décima creación “La cosa más increíble”, y está en gran demanda global por las más importantes compañías de ballet de su país y de Europa.

Para revisar el montaje llegó a la capital cubana Jared Angle, uno de los bailarines del elenco de estreno, y después de verlo bailado por los cubanos de este conjunto, quedó sorprendido de su capacidad técnica e interpretativa, y de la excelente transmisión de la pieza mediante una copia en DVD, labor realizada por la experimentada “ballet mistress” Clotilde Peón, con un elenco de nueve bailarines –cuatro parejas y un solista-, al descifrar una estructura compleja, regulada por los códigos del ballet, por una serie de ejecutantes formados en otras técnicas contemporáneas, en particular el solista en vimos, Mario Sergio Elías. Vestuario y luces de los diseñadores Reid and Harriet, y Mark Stanley, respectivamente, lograron la atmósfera propia de la intimidad requerida por “el universo lírico de la literatura”, sustento de la danza en esta obra de Peck.

Otras piezas desfilaron con mayor o menor éxito. Dos con todo el conjunto: “Twelve” de Jorge Crecis y “De Punta a Cabo” de Alexis Fernández (Maca),con positivos reajustes, y el dúo homo-erótico de Marianela Boán “Cruce sobre el Niágara”, de 1987,convertido por su vigencia artística y humana en “un clásico” de la danza contemporánea cubana, punto álgido de la función a la que asistimos, se destacó por la vehemencia poética puesta en los efectos musculares controlados en extremo de sus protagonistas, en este caso Raúl Reinoso y Julio León. Finalmente, un esperado plato fuerte de este programa, la presencia abrumadoramente carismática de Carlos Acosta en su particular entrega del solo “Two” creado por Russell Maliphant, en 2004, para Sylvie Guillem, ulteriormente reinterpretada por varios estelares bailarines. Un verdadero “tour de force” para Acosta, en esto momentos de su carrera como gran “danseur”. Allí estaba prodigiosamente torso y pies desnudos, iluminado  únicamente por una luz cenital al  centro del inmenso escenario oscuro. Las ovaciones no se hicieron esperar.

XXII Festival Internacional de Danza en Paisajes Urbanos

Danza-Teatro Retazos, que celebra sus 30 años, participó con otra edición del festival de Danza en paisajes urbanos, Habana Vieja, Ciudad en Movimiento. Fotos gentileza Rotazos.

Danza-Teatro Retazos, que celebra sus 30 años, participó con otra edición del festival de Danza en paisajes urbanos, Habana Vieja, Ciudad en Movimiento. Fotos gentileza Rotazos.

Como cada año en primavera, la compañía Danza-Teatro Retazos –cumpliendo su aniversario 30-, acomete el maratónico festival de danza en paisajes urbanos, Habana Vieja, Ciudad en Movimiento, el cual alcanza la considerable cifra de vigésimo segunda edición, con una abundante respuesta a su convocatoria. Más de 40 representantes de unos 15 países y una docena de agrupaciones de siete provincias del país anfitrión invadieron plazas, parques, museos y calles del Centro Histórico habanero clasificado por UNESCO en 1982, Patrimonio arquitectónico de la humanidad. Paralelamente, se desarrolló el nutrido e interesante programa de la duodécima edición del Festival internacional de videodanza/DVDanza, con su concurso, cuyo jurado haría las valoraciones pertinentes de la decena de proyectos presentados por creadores de varios sitios del planeta.

Estas siete jornadas concluyeron con el consabido éxito popular-gracias al patrocinio del ministerio cubano de cultura, la Oficina del Historiador de la Ciudad, embajadas extranjeras acreditadas en Cuba y varias firmas comerciales foráneas afincadas en la isla- al conseguir el acercamiento de la danza a sus habitantes de la comunidad y a sus visitantes ocasionales, al tiempo que logra revalorizar el patrimonio arquitectónico con las creaciones inspiradas en esos espacios, a partir de un lenguaje universal.

Encuentro de Academias de Ballet y Concurso internacional para estudiantes de ballet
Igualmente, la Escuela Nacional de Ballet realizó – del 8 al 19 de abril- la edición XXIII de su evento bienal “Encuentro internacional de Academias para la Enseñanza del Ballet, conjuntamente con su IV Concurso internacional infantil y el XIV Concurso internacional para jóvenes estudiantes de ballet, siempre bajo la presidencia de la Maestra Dra. Ramona de Sáa Bello. En esta ocasión, la participación foránea fue elevada y diversa proveniente de Estados Unidos, México, Argentina, Italia, Brasil, Australia, Noruega, entre otros.

Nueva Creación del Proyecto Islas Creativas

La coreógrafa británica Fleur Darkin, directora artística del Scottish Dance Theatre, ha creado una nueva pieza para la compañía Danza Contemporánea de Cuba como resultado de la colaboración con el British Council –por intermedio de su representación en capital cubana-, a través del proyecto “Islas Creativas”, e igualmente impartió talleres para los propios bailarines del conjunto cubano.
Este intercambio cultural cubano-británico es parte de la segunda etapa de este proyecto de creación coreográfica que mantiene la más importante compañía de danza de vanguardia en la Mayor de las Antillas con la institución cultural británica, a partir del cual han surgido obras notables de creadores como Cathy Marston, Rafael Bonachela, Billie Cowie o Theo Clinkard.

Además de Darkin, estuvieron invitados a trabajar en los estudios de DCC los bailarines y coreógrafos de Trinidad y Tobago Sonja Dumas y Dave Williams, quienes se unieron a las experiencias que proponía la creadora británica, en “su muy particular fórmula de transmitir la danza y su relación entre el cuerpo, la mente y el movimiento”.

Considerada por la crítica como “la coreógrafa más teatral de la nueva ola británica”, tuvo el Teatro Nacional un encuentro íntimo y franco con la prensa especializada. En cuanto a sus criterios sobre la danza en la actualidad expresó que “está a menudo muy polarizada (…) una preocupada en desafiar la gravedad, elevar el cuerpo y el espíritu, los estiramientos…otra es la que viene de nuestras entrañas”. “Estoy emocionada e intimidada por trabajar con una compañía –la vi en Edimburgo en 2016-, que domina bien las líneas dramáticas que surgen del interior de sus cuerpos, están siempre inspirados y desarrollan sin inhibiciones temas escabrosos, por ejemplo los eróticos”. En este 2017, dijo, es necesario tener mucho coraje para defender lo que uno cree.

Fleur Darkin y su compañía anfitriona prometen estrenar la pieza que nacerá de este “laboratorio de creación”  para el próximo noviembre, y llevará por título “Equilog” (término que define el período justo antes de que el día y la noche alcancen la misma duración temporal).

Podrán constatar que este cronista, aunque asumió el reto de asistir a una gran parte de los eventos programados, no le fue posible lograrlo pues todavía no posee el don de la ubicuidad.

 

Dos clásicos que hacen historia

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“La fille mal gardée”, comedia coreográfica de 1789, reconstruida por Alicia Alonso para el Ballet Nacional de Cuba en 1952. Foto: Carlos Quezada. Gentileza BNC.

“La fille mal gardée”, comedia coreográfica de 1789, reconstruida por Alicia Alonso para el Ballet Nacional de Cuba en 1952. Foto: Carlos Quezada. Gentileza BNC.

El Ballet Nacional de Cuba (BNC) se presentará el viernes 17, sábado 18 y domingo 19 de noviembre, en el Gran Teatro de la Habana «Alicia Alonso». Con esta nueva temporada la compañía celebra los 70 años del estreno de “Tema y variaciones”, y los 65 de la puesta en escena de la versión de Alicia Alonso de “La fille mal gardée”. El programa incluye además la pieza “Yo, tu, el, ella”, de Ely Regina Hernández.

“Tema y variaciones” tiene coreografía George Balanchine, música de Piotr Ilich Chaikovski y diseño y luces de Salvador Fernández. Su estreno tuvo lugar en 1947, en New York, a cargo de Alicia Alonso e Igor Youskevitch, quienes hicieron una inolvidable creación de esta obra. Desde su estreno en el Ballet Theatre, “Tema y variaciones” ha pasado a enriquecer el repertorio de las más famosas compañías del mundo. Siguiendo la música de Chaikovski, el estilo balanchiniano logra en esta obra un singular concierto formal de rejuegos coreográficos, que exige de los intérpretes un gran virtuosismo técnico y una depurada sensibilidad artística. Las interpretaciones correrán a cargo de Anette Delgado, Viengsay Valdés y Sadaise Arencibia, junto a Patricio Revé, Rafael Quenedit y Raúl Abreu, quienes se estrenan en el rol protagónico secundados por solistas y cuerpo de baile.

Otra obra que compone este programa es “Yo, Tu, El, Ella” con coreografía de Ely Regina Hernández, la música es de Alexia Moore (Pink) y los diseños de vestuario y de luces son de Frank Álvarez y Ruddy Artiles, respectivamente. En esta pieza cuatro bailarines con diferentes formas de moverse asumen su interpretación de la melodía, expuestos a la imaginación del espectador. Será interpretada por Susel Rondón, Claudia Cristina, Adniel Reyes, Adrián Sánchez, Karla Iglesias y Wendy Castell.

Cierra el programa, “La fille mal gardée” (Coreografía: Alicia Alonso, sobre la original de Jean Dauberval. Música: Peter Ludwig Hertel. Diseños: Salvador Fernández). Esta antigua comedia coreográfica, creada por Dauberval en 1789 y a cuya música y coreografía posteriormente se han hecho frecuentes cambios y adaptaciones, fue reconstruida por Alicia Alonso para el Ballet Nacional de Cuba en 1952, en versión resumida en un acto. En ella se plantea una síntesis de los elementos más característicos de la trama y del estilo de la época, pero sin desdeñar la incorporación de los elementos técnicos y teatrales que han enriquecido posteriormente el lenguaje del ballet.

Los protagonistas de estas funciones son Viengsay Valdés y Anette Delgado, además de Chanell Cabrera, quien se estrena en el rol de Lisette. Rafael Quenedit será Colin y Patricio Revé y Yankiel Vazquez debutarán en este papel. En la Mama Simón se podrá disfrutar de los experimentados Ernesto Díaz y Félix Rodríguez.

Completan el elenco de “La fille mal gardée” Daniel Rittoles y Narciso Medina, dos jóvenes promesas a quienes podremos ver en el Alain. En el simpático personaje de Don Tomás se estrenarán Adniel Reyes y Yansiel Pujada, los que alternarán con Ernesto Díaz. Todos secundados por solistas y cuerpo de baile.

A su vez, el BNC presentará el 23, 24, 25 y 26 de noviembre en el Gran Teatro de La Habana «Alicia Alonso» con un programa integrado por el grand pas de “La bayadera”, pieza que está cumpliendo 140 años de su primera presentación en elTeatro Bolshoi en 1877 por el entonces Ballet Imperial, el estreno mundial de “Anyali” y La fille mal gardée.

 

 

Medio siglo de excelencia

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El cuerpo de baile del Ballet de Camagüey en “Las sílfides”, obra que integró el programa de las funciones en el Teatro Principal de la ciudad cubana.  Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.

El cuerpo de baile del Ballet de Camagüey en “Las sílfides”, obra que integró el programa de las funciones en el Teatro Principal de la ciudad cubana. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.

Un arte elitista como el ballet no está circunscrito a La Habana en Cuba, pues esa manifestación desata pasiones encendidas también en una ciudad del centro del país: Camagüey, que cuenta con una compañía propia hace 50 años.

Arribar a medio siglo de vida fue para el Ballet de Camagüey (BC) una oportunidad de festejo y reafirmación como uno de los conjuntos artísticos de excelencia en la isla. Sin embargo, la cultura cubana está en deuda con esta compañía a la que bastante poca atención se le brinda en los medios de prensa del país pese a tener una raíz común con el Ballet Nacional y defender un repertorio propio, diferente.
Las funciones por el aniversario 50 mostraron, del 2 al 8 de diciembre, en el Teatro Principal, la valía del conjunto en clásicos como “Las sílfides”, “La fille mal gardée”, “El Talismán”, y una versión propia de “Las llamas de París”, coreografía de la camagüeyana Lila Martínez.

“El Ballet Nacional de Cuba (BNC) surgió en 1948 -apuntó Regina Balaguer, directora del BC desde hace dos décadas-, pero con el triunfo de la Revolución y la visita de Fidel (Castro) a la casa de Alicia y Fernando Alonso fue que se constituyó en una gran compañía con el respeto y el apoyo incondicional del Estado. Gracias a eso, en 1959 se produjo un renacer del conjunto. Entonces, somos resultado de lo mismo, de un proceso y de una revolución socialista que es grandiosa, con todos los defectos que le puedan señalar, pero ha apostado porque Cuba sea una potencia cultural. Deberíamos poder actuar juntos, cooperar, conectarnos, porque en definitiva gana la cultura cubana y eso es lo más importante”.

Aurora Bosch (ctro.) dictó clases y participó en ensayos y otras actividades programadas para festejar el aniversario del Ballet de Camagüey. Foto: Marta Sánchez.

Aurora Bosch (ctro.) dictó clases y participó en ensayos y otras actividades programadas para festejar el aniversario del Ballet de Camagüey. Foto: Martha Sánchez.

Para la celebración de las bodas de oro de la compañía, la maître invitó a una de las joyas del ballet cubano, Aurora Bosch, a iluminar con su sabiduría y elegancia clases, ensayos y otras actividades. “Los bailarines de esta compañía tienen mucho arrojo y ganas de hacer y de bailar”, destacó la maestra que durante dos semanas los inspiró con su sabiduría e impresionante capacidad física a los 75 años. “El arrojo es una cualidad difícil de medir cuando selecciona a niños y niñas para estudiar ballet porque se revela poco a poco durante el desarrollo de la personalidad del ser humano; y me da tremendo gusto encontrar esa cualidad tan importante aquí”, profundizó la Bosch.

En sus clases y ensayos Bosch recordó los consejos y enseñanzas del padre del ballet cubano, Fernando Alonso, quien fuera director del BC de 1975 a 1992. Para Balaguer resulta crucial ese conocimiento y lo demuestra con hechos, con una reverencia continua a quienes la precedieron y a quienes siguen marcando la historia.

“Todos deberíamos saber de dónde venimos y a quiénes le debemos que haya ballet cubano y una escuela reconocida en el mundo entero. Hay tres personas imprescindibles en el desarrollo del ballet en Cuba. Se habla mucho de Alicia, esa espectacular bailarina, pero muy poco se menciona a Alberto y a su hermano Fernando Alonso, y creo que es hora de hacer justicia. Eso sería darle a cada cual su justo valor”, alertó la profesora que pese a ser la directiva con mayor cantidad de años al frente del BC nunca habla de sí misma.

Rosa María Armengol y Yanny García del Ballet de Camagüey interpretaron “La fille mal gardée” en la gala de celebración de los 50 años de la compañía. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.

Rosa María Armengol y Yanny García del Ballet de Camagüey interpretaron “La fille mal gardée” en la gala de celebración de los 50 años de la compañía. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.

A Balaguer le tocó enfrentar el llamado Período Especial, con la consiguiente escasez económica, y lejos de recibir solidaridad por parte de la dirección de la compañía nacional ésta le exigió pagar cada versión coreográfica atribuida a Alicia Alonso. Semejante demanda se convirtió en reto y este en victoria, pues poco a poco ha conseguido forjarle versiones propias de los clásicos a su conjunto, con la colaboración de artistas cubanos y foráneos.

Obras contemporáneas de coreógrafos cubanos   se presentaron del 2 al 8 de diciembre. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.

Obras contemporáneas de coreógrafos cubanos se presentaron del 2 al 8 de diciembre. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.

“Carmen” en Suiza
En los próximos meses de enero y febrero, el BC presentará en Suiza y España una versión de “Carmen”, del coreógrafo alemán Peter Breuer, director del Ballet de Salzburgo en Austria, que ganó en 2015 con dicha pieza el premio internacional Maya Plisetskaya.

A juicio de la Balaguer, la nueva obra plantea otra manera de expresión, distinta a la que el público cubano acostumbra a ver, y enriquece el espectro de sus jóvenes bailarines pues les permite desarrollar la versatilidad y ductilidad necesarias en un profesional de la danza. La mayoría de los cuadros apelan al lenguaje contemporáneo y apenas en una escena se utilizan las zapatillas de puntas.

Comparada con otras versiones coreográficas, la pieza de dos actos y aproximadamente dos horas de duración -desde el punto de vista narrativo- se apega más al original literario del escritor francés Prosper Mérimée, por tanto, contiene personajes nunca incluidos en anteriores formulaciones coreográficas, ni en la ópera.

De fiesta
Aunque a la dirección del BC le hubiera gustado contar con más artistas, el BNC envió una pareja a Camagüey para participar en las galas por el medio siglo de la compañía de esa provincia del centro del país. La primera figura Sadaise Arencibia y el primer solista Raúl Abreu interpretaron allí escenas de dos obras imperecederas del repertorio mundial: “El lago de los cisnes” y “Giselle”. Mientras la compañía Danza Combinatoria, que dirige la coreógrafa Rosario Cárdenas -Premio Nacional de Danza 2013- exhibió su más reciente estreno, “Afrodita, ¡oh espejo!”, inspirada en el paralelismo entre deidades de Cuba y Chipre.

De la línea más contemporánea, se expusieron “Fatum”, de José Antonio Chávez; y algunas piezas del Premio Nacional de Danza 2004, Alberto Méndez, como “Suite generis”, “Fantasía” y “En tus ojos”.
Los protagonistas principales de las piezas fueron los bailarines Rosa María Armengol, Yanny García, Sara de Miranda, Elizabeth Pagés, Zaida Henríquez, Oleydi Labrada, Jonathan Pérez, Thalía Diegues y Raúl Calzadilla, entre varios jóvenes del elenco actual.

En la entrada de la sede del Ballet de Camagüey se le colocó una tarja de veneración al exdirector de la agrupación, Fernando Alonso. Foto: Marta Sánchez.

En la entrada de la sede del Ballet de Camagüey se le colocó una tarja de veneración al exdirector de la agrupación, Fernando Alonso. Foto: Martha Sánchez.

Una de las virtudes de la compañía sigue siendo su apertura a múltiples estilos coreográficos y el estímulo a la creación, así como la interacción constante con la historia porque, al decir de Balaguer, quien la olvida o desconoce es propenso a perder lo que tiene y existen deudas eternas.

Por eso en el BC, el 28 de noviembre pasado, no comenzó con la tradicional clase de ballet sino con la siembra de tres árboles, frente a tres pequeños tinajones, símbolo cultural de esa ciudad que en época de la colonización española los empleó para sobrellevar la sequía.

Uno de los árboles rinde tributo a la cultura cubana, base sobre la cual se erigió una escuela de ballet con carácter propio, según reconocieron mundialmente críticos y especialistas en arte desde la década de 1960.

Otro se consagró precisamente al padre de la escuela cubana de ballet, Fernando Alonso, quien luego de dirigir el BNC de 1948 a 1975, ocupó el mismo cargo en el BC, hasta 1992, y allí consiguió la sede actual, moldeó una compañía más clásica y elevó su rango dentro y fuera del país.

La base de ambas entidades, BNC y BC, radica en la Academia de Ballet Alicia Alonso, donde inició sus estudios una generación clave en el desarrollo de la primera compañía que incluyó a las llamadas “cuatro joyas” y a Vicentina de la Torre, gestora del BC y de una academia en esta provincia.

A de la Torre dedicaron el tercer tinajón en la sede del BC, preciosa edificación colonial a cuya entrada también se le colocó una tarja de veneración al exdirector Alonso, con una expresión merecida: “Diga, maestro”.

El 28 de noviembre se sembraron tres árboles, frente a tres pequeños tinajones, en homenaje a la cultura de la ciudad, a Fernando Alonso y a Vicentina de la Torre, gestora del BC. Foto: Marta Sánchez.

El 28 de noviembre se sembraron tres árboles, frente a tres pequeños tinajones, en homenaje a la cultura de la ciudad, a Fernando Alonso y a Vicentina de la Torre, gestora del BC. Foto: Martha Sánchez.

“Él y sus contemporáneos vivían por la danza, pero además tenían una formación muy culta que nos está faltando en las nuevas generaciones, pese a la tecnología. Hoy la juventud, en su gran mayoría, no cultiva la lectura, ni el estudio siquiera, y aún cuando algunos ingresan a los cursos del Instituto Superior de Arte se ciñen a las asignaturas, pero no buscan más allá. Los fundadores del ballet cubano eran jóvenes cuando forjaron la compañía y la escuela, mas se distinguieron por su vasta cultura y profusión de conocimientos, que les permitieron dar pasos hacia lo que querían lograr, a partir de un gran amor por la danza”, observó Balaguer.

Y según apuntó, la historia del ballet cubano tiene deudas también con Camagüey, con Hilda Zaldívar, Vicentina de la Torre, Marta Matamoros, de quienes incluso en la ciudad natal se habla poco y fueron las simientes de una parte de la riqueza cultural apreciada actualmente allí.

“En las escuelas se da historia de la danza, pero hay que dar la de siglos pasados y hacer similar hincapié en la reciente, para que las generaciones conozcan la evolución real de la danza en Cuba. Y se debe hablar del BNC y también del BC, que tiene repertorio propio y una manera particular de bailar, de asumir coreografías, pese a pertenecer a la misma escuela cubana de ballet”, insistió la maître que se considera a sí misma una aprendiz todavía y una soñadora.

Obras contemporáneas de coreógrafos cubanos   se presentaron del 2 al 8 de diciembre. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera. Rosa María Armengol y Yanny García del Ballet de Camagüey interpretaron “La fille mal gardée” en la gala de celebración de los 50 años de la compañía. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera. El 28 de noviembre se sembraron tres árboles, frente a tres pequeños tinajones, en homenaje a la cultura de la ciudad, a Fernando Alonso y a Vicentina de la Torre, gestora del BC. Foto: Marta Sánchez. En la entrada de la sede del Ballet de Camagüey se le colocó una tarja de veneración al exdirector de la agrupación, Fernando Alonso. Foto: Marta Sánchez. Aurora Bosch (ctro.) dictó clases y participó en ensayos y otras actividades programadas para festejar el aniversario del Ballet de Camagüey. Foto: Marta Sánchez. El cuerpo de baile del Ballet de Camagüey en “Las sílfides”, obra que integró el programa de las funciones en el Teatro Principal de la ciudad cubana.  Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera.

 

Pasaron 40 años

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El Ballet Nacional de Cuba presentó “Giselle” en la Opera House del Kennedy Center durante el ciclo “Artes de Cuba”. Foto: Nancy Reyes. Gentileza JFKC.

El Ballet Nacional de Cuba presentó “Giselle” en la Opera House del Kennedy Center durante el ciclo “Artes de Cuba”. Foto: Nancy Reyes. Gentileza JFKC.

Constituye un reto para este cronista, en tanto que único crítico de danza llegado de la isla y testigo presencial de este histórico acontecimiento artístico para las dos naciones involucradas – Cuba y Estados Unidos de América-, el expresar con justas palabras desprovistas de todo chauvinismo, o apasionamientos nacionalistas a ultranza, las mágicas noches desplegadas por el Ballet Nacional de Cuba (BNC) en la Opera House, el principal escenario del Kennedy Center for the Performing Arts, al borde del río Potomac en la capital de los Estados Unidos.

Estas presentaciones coincidieron con una efeméride significativa no solo para los cubanos sino para el mundo de la danza en general: se cumplían, en esa fecha (30 de mayo), los 40 años desde la última vez que el BNC bailó en el Kennedy Center con Alicia Alonso en su paradigmático rol de Giselle. Además, entre otras razones de peso, esta leyenda viva y gloria de la danza (su carrera llegó a la cima en los Estados Unidos durante los 40s y 50s de la pasada centuria), actualmente directora general de la compañía y prima ballerina assoluta, estaba presente con toda la augusta vitalidad de sus 97 primaveras.

Pude valorar las entregas diversas y notables (todas ovacionadas en pie) de los cuatro elencos seleccionados por la dirección artística del BNC, con el objetivo sincero de deslumbrar con su virtuosismo técnico a las exigentes audiencias cosmopolitas que concurrieron a esta importante institución, del 28 de mayo al 3 de junio.
El público celebró con espontaneidad y a veces exaltaciones extemporáneas, los múltiples giros; las cargadas desafiantes; los saltos con un “ballon” notable; los arabesques penchées sostenidos; así como los balances “en pointe”; los chenées  en las diagonales de vértigo; los tours o promenades á la seconde, entre otros. Paralelamente, se desarrollaba la pantamomima con claridad interpretativa, que en ciertos momentos, con pinceladas de humor, provocaron discretas risas, por ejemplo, en la escena del acto I cuando Giselle y el duque deshojan la margarita; o cuando éste se disfraza de aldeano y olvida la suntuosa espada en su cintura.

El argumento fue concebido por Théophile Gautier, inspirado por una popular leyenda alemana contada por Heinrich Heine. La reconstrucción coreográfica, realizada inteligentemente por la propia Alicia Alonso, fue realizada a partir de la original de Jean Coralli y Jules Perrot (según la versión estrenada en 1841 por el Ballet de L´Opéra de Paris), con el soporte musical de la música compuesta por Adolphe Adam. Sin duda, mediante el paso de la coreografía a otras compañías, ésta se enriqueció o contaminó con aportes de sus repositores, como los del eminente maestro Marius Petipa durante su preeminencia en los ballets de la Rusia zarista.

Tres principales alternaron el rol titular, Viengsay Valdés con Patricio Revé (foto), Sadaise Arencibia y Grettel Morejón. Foto: Nancy Reyes. Gentileza JFKC.

Tres principales alternaron el rol titular, Viengsay Valdés con Patricio Revé (foto), Sadaise Arencibia y Grettel Morejón. Foto: Nancy Reyes. Gentileza JFKC.

La historia
En esencia, aquí se relata la historia de una chica campesina asediada o cortejada por dos pretendientes: uno de ellos es el Duque de Silesia disfrazado como un aldeano y el otro es Hilarión, el guardabosque. La bella Giselle escapa de su hogar en la temporada de la vendimia para divertirse con sus amigos y el pretendiente favorito: el disfrazado duque. Pero su madre, Bertha, está preocupada por la frágil salud, y, eventualmente la reingresa en su casa, al estar temeros que su hija se sobrepase y pueda transformarse en una willi, atormentadas almas de jóvenes doncellas que murieron antes de sus bodas. Desafortunadamente, cuando Giselle es coronada reina de la vendimia, la rivalidad entre el duque y el guardabosque se acalora, irrumpe en la aldea el séquito de una cacería real en busca de refrescos y reposo, entonces el duque es descubierto como miembro de la realeza por Hilarión, y Giselle pierde su mente porque descubre que el duque está comprometido con otra de su clase y muere.

En el acto II, la acción tiene lugar ante la tumba de Giselle instalada en un claro del bosque. Hilarión está sollozando sobre la tumba, mientras que algunos otros aldeanos tratan de alejarlo y de quitarle de su mente la pena. Entonces aparecen extrañas luces (como fuegos fatuos): las wilis así anuncian su llegada y los lugareños salen en estampida. Cuando Giselle emerge, Myrtha, la reina de las wilis, celebra su iniciación en la cofradía y le ordena bailar con el duque hasta que muera. Entre tanto, las wilis apresaron a Hilarión. Pero su amor por el duque ha sobrevivido a su muerte, y trata de salvarlo. La aurora anuncia su llegada, el duque es salvado, las wilis se disipan con la luz del día y Albrecht se lanza sobre la tumba penando por siempre.

Sin duda, el cuerpo de baile femenino reiteró su profesionalismo y disciplina en sendos actos, pero demostró ser incomparable, referencial, en sus elegantes “maniobras” del espectral segundo acto: impecables en el tránsito de las wilis en posición de arabesque -desde coté cour a coté jardín -; las dos diagonales con una asombrosa precisión y sincronía en sus port des bras y los port des tetes, que incitaron cerrados aplausos -por  sólo mencionar lo más relevante.

Los protagonistas

Sadaise Arencibia y Raúl Abreu interpretaron los roles principales en la primera función de “Giselle”, el 31 de mayo en el Opera House. Foto: Nancy Reyes. Gentileza JFKC.

Sadaise Arencibia y Raúl Abreu interpretaron los roles principales en la primera función de “Giselle”, el 31 de mayo en el Opera House. Foto: Nancy Reyes. Gentileza JFKC.

Tres principales alternaron el rol titular, dos consagradas como Viengsay Valdés (electrizante por su fiabilidad en la ejecución y la pasión de su proyección escénica) y Sadaise Arencibia (un despliegue de lirismo y elegancia en la línea); además Grettel Morejón (juvenil debutante refinada y con una fresca y personal entrega). Cada una mostró sus distintivas personalidades al regalarnos a la aldeana traicionada en todos sus matices, en sus tesituras acordes con las demandas dramatúrgicas del rol: incluso en la figura espectral de la wili danzante hasta la muerte. Aquí, cada una exhibió su pericia en las difíciles batteries, o en los soubresauts italiano, o en los ligados petits battements.

El BNC demostró, en esta ocasión, que posee una infantería masculina de altos quilates, si bien interpretativamente algunos se revelan bisoños (con la madurez y el aprendizaje en este aspecto lograrán nuevos desarrollos). Notables  estuvieron los alternantes en el papel de Albrecht. Dani Hernández (el único “étoile” del BNC hasta hoy), con su porte de “danseur noble” y de hermosas piernas y trabajados empeines; los bailarines principales Raúl Abreu y Patricio Revé (talentos evidentes en ciernes, a un paso de la nominación como “principals”). Dos excelentes bailarines  “démi´charactére” alternaron en el desempeño del importante personaje de Hilarión, fue el caso de Ernesto Díaz, con confirmada veteranía, y el joven debutante Ariel Martínez, ambos revelaron sus cualidades histriónicas  y el atletismo propio de un guardabosques.
Destacaremos el notable rigor en la entrega de las variaciones virtuosas de Ginett Moncho (intimidante reina de las wilis con elevados grands jetés y puntas portentosas), o la dupla alternante formada por las wilis Moyna y Zilma, en la piel de las juveniles Chavela Riera, Ivis Díaz o Ely Regina y Bárbara Fabelo (deslumbrantes en los renversés o los assemblés respectivos).

En esta versión, Alonso ha remplazado el tradicional pas de paysain por un festivo y brillante “pas de huit”,  donde destacan los solistas por su técnica, justeza y musicalidad;  en tanto los personajes de composición adquieren una relevancia no otorgada por otras versiones, ora Bathilde, la prometida del duque  o Berthe, la madre de Giselle.
Reconozcamos, antes de concluir, que si bien algunos “props” y “costumes” del primero se muestran fatigados, susceptibles de renovación, ya sea en sus colores y sus figurines; el resto de la producción mantiene las adecuadas condiciones escénicas. En cuanto al segundo acto, la maestría de su factura sigue mereciendo el Grand Prix de la Ville de Paris, recibido hace varios lustros en el Festival de danza del Teatro de los Campos Elíseos.

No será ocioso apuntar la excelente entrega musical de The Kennedy Center Opera House Orchestra, esta vez bajo la batuta del maestro cubano Giovanni Duarte, el cual se benefició con las estupendas ejecuciones de la sección viento-metal y de la arpista solista Susan Robinson. Cada uno de los elementos que integraron estas funciones de “Giselle” colaboraron para que las imágenes de estos bailarines queden en la memoria para siempre.

Una nueva era con retos y optimismo

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Yansiel Pujadas y solistas del BNC interpretaron “Poema del Fuego”, de Alberto Méndez, estrenado en 1983 por Jorge Esquivel. Fotos cortesía BNC.

Yansiel Pujadas y solistas del BNC interpretaron “Poema del Fuego”, de Alberto Méndez, estrenado en 1983 por Jorge Esquivel. Fotos cortesía BNC.

El baluarte cubano de la danza académica, el Ballet Nacional de Cuba, nos entrega la primera temporada post-Alicia Alonso –la sempiterna prima ballerina assoluta y cofundadora–, ahora con la primera bailarina Viegnsay Valdés con la responsabilidad plena como directora artística (no obstante, en los programas de mano aparece aún con el prefijo “sub”), en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana que lleva el nombre de la eximia Alonso, recientemente despedida físicamente con todos los honores populares y oficiales.

En dos atractivos y optimistas programas, el BNC nos permitió valorar una acertada elección de títulos, ora por su variedad de estilos ora por sus novedades creativas. En sucesivos fines de semana, presentaron dos estrenos y tres reposiciones, debidos a destacados coreógrafos con evidentes valores ideo-estéticos, pero de generaciones y culturas disímiles. Algo que considero de suma importancia para el enriquecimiento formativo profesional de un cuerpo de baile -en el presente- mayoritariamente integrado por jóvenes que apenas superan la veintena.

Entre las reposiciones pudimos disfrutar la exhumación de una admirada pieza del coreógrafo cubano Alberto Méndez, actual asistente de la dirección artística-, como es el caso de “Poema del Fuego” inspirada por la música homónima de Alexander Scriabin. Este ballet en un acto fue estrenado en 1983, y en el rol principal figuraba el estelar bailarín Jorge Esquivel. Después de su defección de la compañía, nunca más se repuso esta obra. Actualmente, la obra se reciente por la carencia de un bailarín que supere tal referencia, con la alternancia de dos bailarines del cuerpo de baile con biotipos distintos asumieron con fuste y sólida técnica al dios mitológico del fuego, empero sin la madurez interpretativa requerida. Ciertamente, algunos ballets centrados e inspirados por un bailarín o bailarina “fuera de serie”, es mejor dejarlos dormir hasta que aparezca ese ser irrepetible (recordemos aquellos creados para Nijinsky, y los guiños al “Apolo” de George Balanchine)

Luego, retornó “Celeste” (2014), de la coreógrafa colombo-belga Annabelle López-Ochoa, ballet neoclásico coral inspirado por el Concierto para violín y orquesta en Re mayor de P. I. Tchaikovsky, para tres parejas solistas y reducido cuerpo de baile, donde el vestuario y el diseño de luces nos transporta a un mundo azul celeste. Esta creación para la compañía fue posible gracias al apoyo del British Friends of BNC.

Del coreógrafo brasileño Ricardo Amarante se presentó “Love, Fear, Loss”, ballet de estilo neoclásico ejecutado al piano por Marcos Madrigal. Fotos cortesía BNC.

Del coreógrafo brasileño Ricardo Amarante se presentó “Love, Fear, Loss”, ballet de estilo neoclásico ejecutado al piano por Marcos Madrigal. Fotos cortesía BNC.

Para la semana siguiente, acometieron la valiente tarea de reponer uno de los emblemáticos títulos de danza académica en el repertorio activo, con el rigor estilístico que requiere esta joya del ballet del siglo XX, precursor de la modernidad, “Las sílfides” (1907) –también conocido como “Chopiniana”- en un montaje de Alicia Alonso según la versión original de Mikhail Fokine (como ella misma ha revelado, trabajó en el ABT con el autor en 1942, poco antes de su muerte). El propio Fokine emprendió cambios para una reposición de 1908 (entonces fue rebautizado en francés como “Réverie Romantique”, siempre con música de Chopin), para convertirlo en un ballet sin argumento, pero cargado de símbolos y “con un estilo de profundo lirismo, alejado de todo amaneramiento…”.

La orquesta sinfónica del GTHAA estuvo en el foso bajo la dirección del maestro Giovanni Duarte con un soporte musical ajustado a las circunstancias. El poeta fue encarnado con sobriedad y justeza por el primer bailarín Rafael Quenedit, con una Anette Delgado estilísticamente modélica, arropados por una sobrevalorada ejecución del cuerpo de baile femenino. En no pocos momentos provocó el aplauso merecido de la audiencia.

Dos coreografías por autores foráneos recibieron sendos estrenos por el BNC, y fueron bailados en dos fines de semanas por elencos alternantes. Estas piezas, de disímiles culturas y escuelas de ballet, contribuyeron a elevar la temperatura en el entusiasmo del numeroso público que colmó a tope el hermoso coliseo de la capital (en su medio milenio de fundación). En lo fundamental se debió a la entrega artística de los elencos debutantes: ambas eran demandantes de talentos interpretativos que fueran más allá de las demostraciones del virtuosismo técnico. Estas novedades los obligaba a salir de su zona de confort.

Para abrir la segunda parte del programa, vino Love, Fear, Loss (2012), del coreógrafo brasileño Ricardo Amarante (responsable igualmente del vestuario y las luces). Es un ballet para tres parejas, de estilo neoclásico e inspirado en la vida de la gran cantante francesa Edith Piaf (1915-1963), así como en sus “antológicas interpretaciones de tres obras que, de alguna manera, son fiel reflejo de su trágica vida amorosa”. Esta pieza (deudora de otros referentes creados por Jerome Robbins), tuvo su premier en 2012 por el Ballet Real de Flandes, en Amberes, y por cuya creación recibió el premio de la Asociación Francesa de la Danza. Su estreno cubano tuvo un IVA en el soporte musical, pues contó con la privilegiada ejecución al piano en escena de Marcos Madrigal considerado uno de los más talentosos músicos cubanos de su generación del siglo XXI, residente en Italia actualmente. Ejecutó con pasión y rigor las transcripciones para piano realizadas por Natalia Chepurenko, que incluye temas de Jacques Brel, Charles Dumont y de la propia Piaf. Hubo distinguidas interpetaciones, como las de Chanell Cabrera y Sadaise Arencibia, pero la más descollante interpretativa y técnicamente fue la pareja formada por Claudia García y Adrián Sánchez (el auditorio los gratificó en pie).

Para el cierre, llegó el plato fuerte de la noche: el celebrado ballet “Concerto DSCH”, del coreógrafo ruso-norteamericano Alexei Ratmanski, que fuera creado originalmente para el New York City Ballet en 2008, inspirado en el Concierto para piano, No.2 en F mayor, Opus 102, del afamado compositor ruso Dimitri Shostakovich. Dado el éxito conseguido por esta obra, ya ha ingresado en los repertorios de otras grandes compañías: Ballet del Teatro alla Scala de Milán, en 2012, y el Ballet del Teatro Mariinski de San Petersburgo, en 2013.

La entrada de esta obra, en 2019, en el vasto repertorio del BNC resulta un acontecimiento significativo, entre otras cosas, porque es el primero bajo la dirección artística de Viengsay Valdés (que baila en él, como solista), así como primero después de la desaparición física de Alicia Alonso.

En segundo lugar, porque constituye un reto para los noveles bailarines de la compañía, ya que se enfrentan al estilo muy particular de Ratmaski; por sus atrevidas audacias dentro del neoclasicismo balanchiniano, donde lo abstracto se funde con “sutilezas y sugerencias” narrativas, donde transpira el optimismo y la euforia al bailar.

Si la construcción de sus bailes son totalmente diferentes, los aficionados al ballet podrían hallar claras referencias con “Concerto” (1966) del inglés Kenneth MacMillan (particularmente en el movimiento lento), así como derivaciones de otro maestro predecesor, George Balanchine, en su canónico “Ballet Imperial”, de 1941, actualmente conocido como “Tchaikovsky Piano Concerto No.2”, al utilizar a dos primeras bailarinas y tres solistas masculinos, quienes bailan todos en sucesivos episodios del primer movimiento. Ratmanski aprehende recursos de sus precursores, empero en tanto que un maestro, los recrea con libertad y frescura.

Es evidente que domina las formas puras del ballet académico, mas también nos muestra fuertes elementos de lo que popularmente calificamos como danza de carácter o démi carácter. Además, no abandona importantes aspectos de la caracterización en las interpretaciones dramáticas.

El final de “Concerto DSCH” se convierte en un despliegue abrumador de círculos por separado y de giros como un tornado por parte de la bailarina principal, a la vez mezclados con espectaculares saltos. No obstante, es necesario señalar que los bailarines del cuerpo de baile no son grupos de mero apoyo o reflejos multiplicados de los solistas: ellos se manifiestan como sus “partners”. Fue una participación esencial como ensayador del destacado bailarín español Joaquín de Luz, que formó parte del elenco original de esta obra como miembro del NYCBallet, y en el presente es director artístico de la Compañía Nacional de Danza de España.

El desempeño del elenco cubano estuvo a gran altura, por su brillantez y el poderío técnico, particularmente las primeras bailarinas Anette Delgado, Gretel Morejón y Viengsay Valdés, el primer bailarín Dani Hernández, así como los solistas: Diego Tápanes, Narciso Medina o Chanell Cabrera, con apoyo eficiente del cuerpo de baile mixto.

Para esta producción el BNC obtuvo el generoso patrocinio de la Cuban Artists Fund y de la American Girls for Cuban Dance, con sede en los estados Unidos.

“Concerto DSCH”, del coreógrafo Alexei Ratmanski, tuvo como solistas femeninas a Anette Delgado, Gretel Morejón y Viengsay Valdés. Fotos cortesía BNC.

“Concerto DSCH”, del coreógrafo Alexei Ratmanski, tuvo como solistas femeninas a Anette Delgado, Gretel Morejón y Viengsay Valdés. Fotos cortesía BNC.

 

Siempre es tiempo para recordar

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El Ballet Nacional de Cuba presenta “Double bounce”, de Peter Quanz, un pas de deux neoclásico con chispeante humor. Foto: Nancy Reyes. Archivo Danzahoy.

El Ballet Nacional de Cuba presenta “Double bounce”, de Peter Quanz, un pas de deux neoclásico con chispeante humor. Foto: Nancy Reyes. Archivo Danzahoy.

El Ballet Nacional de Cuba (BNC), Patrimonio Cultural de la Nación, en el año del Centenario de Alicia Alonso, desde el 7 al 16 de febrero ofrece un programa tributo en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

La compañía cubana que dirige Viengsay Valdés, ha invitado al coreógrafo canadiense Peter Quanz, para la reposición de sus obras “Le Papillon” y “Double bounce”, existosas piezas que integran el repertorio del BNC.

Al decir de Peter Quanz, “Le Papillon” es el único ballet coreografiado por Marie Taglioni. Fue creado en 1860 para su alumna Emma Livry como un regalo a la bailarina más joven y sobresaliente de su tiempo. La versión que he realizado para el Ballet Nacional de Cuba no tiene conexión con el libreto original, pero está centrada en la relación entre Marie Taglioni y Emma Livry. En su época, Taglioni inspiró a las nuevas generaciones de bailarines, de la misma forma que Alicia Alonso abrió su corazón a los artistas de Cuba y de todo el mundo».

“Double bounce” con música de David Lang y vestuario de Anne Armit, es un pas de deux neoclásico con rápidos cambios sincopados de ángulos con poses precisas y malabares chispeantes de humor alegre, como lo definió el crítico ruso Alexander Firrer. El programa lo integran también “Suite géneris” de Alberto Méndez, inspirado en la música de Haendel y Haydn, que deviene en un agradable juego coreográfico. El pas de deux del ballet “Las intermitencias del corazón”, que en 1974 creara el coreógrafo francés Roland Petit, está inspirado en fragmentos de “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust, esta obra alterna con “Double bounce”.

Cierra el programa “Tema y variaciones”, uno de los más famosos ballets de George Balanchine. Su estreno tuvo lugar en 1947, en New York, a cargo de Alicia Alonso e Igor Youskevitch, quienes hicieron una inolvidable creación de esta obra. Desde su estreno en el Ballet Theatre, “Tema y variaciones” ha pasado a enriquecer el repertorio de las más famosas compañías del mundo. Siguiendo la música de Tchaikovski, el estilo balanchiniano logra en esta obra un singular concierto formal de rejuegos coreográficos, que exige de los intérpretes un gran virtuosismo técnico y una depurada sensibilidad artística.

Los roles protagónicos de estas presentaciones estarán a cargo de Viengsay Valdés, Anette Delgado, Sadaise Arencibia, Grettel Morejón, Dani Hernández, Rafael Quenedit, Ginett Moncho y Yankiel Vazquez, secundados por solistas y cuerpo de baile.

Título de Oro para primeras bailarinas

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Sadaise Arencibia abordó en su tesis obras del repertorio del Ballet Nacional de Cuba de la coreógrafa Annabelle López-Ochoa. Foto: Eric Politzer. Gentileza ISA.

Sadaise Arencibia abordó en su tesis obras del repertorio del BNC de la coreógrafa Annabelle López-Ochoa. Foto: Eric Politzer. Gentileza ISA.

El 22 de julio, bajo las obligadas medidas sanitarias establecidas para evitar contagios de la Covid 19, la Universidad de las Artes de La Habana (conocida como ISA) logró llevar a cabo de forma austera su decimonovena graduación, donde se entregaron en doble ceremonia académica los correspondientes 59 títulos de licenciatura en artes.

La ceremonia académica matutina fue destinada a la entrega de los títulos conseguidos por los 36 estudiantes en la carrera (de 4 años lectivos) de licenciados en Artes Escénicas, según los perfiles cursados: en ballet; danza contemporánea; artes visuales; artes teatrales y comunicaciones artísticas (facultad, esta última, conocida como FANCA). En horas vespertinas, se entregaron los títulos a los 23 licenciados por la facultad de música.

Este evento estival adquirió un elevado interés mediático debido al anuncio de que, en esta ocasión, tres de primeras bailarinas del Ballet Nacional de Cuba (BNC), con grandes reconocimientos internacionales, habían logrado culminar exitosamente la carrera, y obtenido el codiciado “Título de Oro” que otorga la máxima institución docente de las artes en el archipiélago cubano.

Anette Delgado eligió investigar “Giselle”, una obra crucial para cualquier bailarina clásica. Foto: Nancy Reyes. Gentileza ISA.

Anette Delgado eligió investigar “Giselle”, obra clave del ballet. Foto: Nancy Reyes. Gentileza ISA.

En esta ocasión, resultaron distinguidas con esta calificación, Sadaise Arencibia, Anette Delgado y Gretell Morejón. En una edición anterior le correspondió a la primera bailarina Viengsay Valdés, actualmente directora artística del BNC.

El profesor Alexis Seijo, Rector de la Universidad de las Artes, tuvo a su cargo el discurso de apertura, en el cual destacó “las nuevas e inéditas etapas a las que se enfrentaron estos talentosos estudiantes después del 11 de marzo, cuando el gobierno cubano, con urgencia y pertinencia aplicó las medidas extremas necesarias para hacerle frente a la pandemia del Coronavirus. Tuvieron que asumir acompañamientos virtuales para continuar sus materias, con el objetivo de dominar un arte interdisciplinario, que el estudiante de la educación superior debe poseer.

Por otra parte, fue el doctor Ismael Albelo, profesor de la cátedra de ballet y danza, quien entregó el discurso medular de la graduación, por encargo del claustro científico de este “atípico” curso -como lo calificó el profesor-, pues fue “casi un semestre en cuarentena”, como lo ha sido en toda la educación superior del país.

Las bailarinas diplomadas conversaron separadamente con la prensa. Para su tesis de grado la licenciada Delgado eligió investigar una obra crucial para cualquier bailarina clásica: “Giselle”, que muchos críticos consideran “el Hamlet del ballet”, pues “con ella se es o no se es”, según refieren las intérpretes.

La primera bailarina fundamentó la necesidad de realizar un trabajo de mesa previo a las funciones y documentó su propia vivencia, a partir del anuncio del debut, cuando su ensayadora Josefina Méndez (notable intérprete de este personaje) eligió mostrarle por escrito las intenciones de cada personaje en las escenas principales. Además, la maestra le presentó a una actriz muy destacada, Alina Rodríguez, para que le explicara sentidos y maneras de encauzar la gestualidad y, aquel proceso, marcó para siempre a la distinguida bailarina que, pese a los años de experiencia y buenas críticas, asegura que aún hoy investiga más antes de asumir un espectáculo de “Giselle”.

El trabajo de mesa es importante antes de encarnar cualquier rol y en cualquier ballet, eso felizmente ahora se está rescatando, subrayó Delgado en un panel convocado a inicios de este año por la propia Universidad de las Artes.

Mientras que Arencibia abordó en su tesis dos obras que dieron un aire nuevo al Ballet Nacional, en un momento de monotonía en su repertorio: “Celeste” y “Oscurio”, creaciones de la coreógrafa colombo-belga Annabelle López-Ochoa, especialmente para el BNC.

“Como no tuve que bailarlos, pude apreciar las piezas desde afuera, aplicando todo el arsenal académico adquirido en la carrera e intenté valorar el significado de ambas con un trabajo analítico”, apuntó la bailarina.

Por su parte, Morejón profundizó en el ideario del padre de la “escuela cubana de ballet”, Fernando Alonso, quien fuera su maestro y ensayador en la Escuela Nacional de Ballet, que ahora lleva su nombre.

Del eminente pedagogo, en el mismo panel del ISA, la artista resaltó su paciencia para contar historias relacionadas con la obra a bailar, antes de comenzar a pulir los pasos en los ensayos; el distanciamiento del dogmatismo, la habilidad para explicar cada movimiento de las coreografías y razonarlos en función de un relato, una expresión o la anatomía del cuerpo.

Igualmente, Fernando Alonso fue un defensor de la identidad peculiar del bailarín en escena, le gustaba que el artista reflejara su alma y no se entregara a ser una mera copia de nadie, afirmó.

Las tres primeras bailarinas ahora graduadas y diplomadas poseen amplia experiencia internacional y un sello propio en escena que las distingue como intérpretes únicas.

Gretel Morejón profundizó en el ideario del padre de la “escuela cubana de ballet”, Fernando Alonso. Foto Kike Smith. Archivo Danzahoy.

Gretel Morejón profundizó en el ideario del padre de la “escuela cubana de ballet”, Fernando Alonso. Foto Kike Smith. Archivo Danzahoy.


Celebran el centenario de Alicia Alonso

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El 31 de agosto el BNC se presenta en la gala del XII Festival Internacional de ballet de Cali con un programa integrado, entre otros clásicos, por “Giselle”. Foto: Nancy Reyes. Archivo Danzahoy.

El 31 de agosto el BNC se presenta en la gala del XII Festival Internacional de ballet de Cali con un programa integrado, entre otros clásicos, por “Giselle”. Foto: Nancy Reyes. Archivo Danzahoy.

Con motivo de conmemorarse, el próximo 21 de diciembre, el centenario del natalicio de la eximia prima ballerina cubana Alicia Alonso, el XII Festival Internacional de Ballet de Cali, Colombia, le rinde homenaje.

El evento, presidido por la maestra Gloria Castro, fundadora del Incolballet (Instituto Colombiano de Ballet) y auspiciado por el Concejo Municipal, la Secretaría de Cultura y Turismo de la ciudad sede y las Fundaciones Danza Conmigo y Finbacali; teniendo en cuenta los protocolos sanitarios ante la pandemia del nuevo Coronavirus, se realiza de manera virtual entre el 30 de agosto y el 5 de septiembre.

La maestra Castro, líder del tributo a la Alonso, explicó las razones a la prensa: “No podríamos dejar de sumarnos a los homenajes que se han preparados para rendirle pleitesía a una bailarina que es orgullo de Latinoamérica y reconocida como una de las más grandes figuras de la danza escénica mundial, a quien tanto debe Cali. Desde finales de la década de 1970, ella fortaleció los vínculos entre el ballet cubano y el ballet caleño, al honrarnos con su presencia y enviarnos solidariamente a sus excelentes bailarines, coreógrafos, maestros y especialistas, para contribuir a nuestro desarrollo. Era un deber que queríamos cumplir”.

En el Festival -fundado en 2007- participan, junto a la local Compañía Colombiana de Ballet, diez agrupaciones extranjeras. Entre ellas, ballets nacionales de Perú y del Sodre de Uruguay; el Ballet Concierto de Puerto Rico; la Compañía de Danza de Sao Paulo; el Conservatorio Real de Madrid, así como otras provenientes de Argentina, Italia y la República Checa.

Alicia Alonso junto a las bailarinas Gloria Castro, fundadora del Instituto Colombiano de Ballet y Helba Nogueira. Gentileza Archivo Fotográfico Alicia Alonso.

Alicia Alonso junto a las bailarinas Gloria Castro, fundadora del Instituto Colombiano de Ballet y Helba Nogueira. Gentileza Archivo Fotográfico Alicia Alonso.

El lunes 31de agosto tendrá lugar la Gala del Ballet Nacional de Cuba, bajo la dirección general de la primera bailarina Viengsay Valdés, que ofrecerá un programa concierto integrado por escenas del ballet “Giselle”; el pas de Sept de “La bella durmiente” y el pas de deux del tercer acto de “Don Quijote”; por supuesto en las versiones coreográficas de la Alonso, con las actuaciones de las primeras figuras del BNC, Anette Delgado, Sadaise Arencibia, Ginet Moncho, Dani Hernández, Ernesto Quenedit, Ernesto Díaz y la propia Valdés. El primero de septiembre, a la misma hora, se impartirán las conferencias: El Ballet Nacional de Cuba y su importancia en la cultura cubana; y Mujeres en el quehacer de la danza latinoamericana.

Durante el desarrollo del festival, han sido programadas diversas acciones temáticas, entre ellas: un recorrido por el fascinante mundo del ballet y charlas con los expertos de danza. La oferta del Festival incluye 50 transmisiones en el horario de las 9:00 de la mañana hasta la medianoche, y podrá ser disfrutado por medio del canal Fincabali, de YouTube.

De esta manera, la décima segunda edición del festival caleño, cuyo lema es “el ballet debe continuar” se convierte en el pionero de los homenajes que a nivel internacional están programados para honrar a la icónica Alicia Alonso, y que se han visto postergados por la difícil situación epidemiológica que vive el planeta.

 

Retorno con Beethoven y sin mascarillas

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El BNC incorporó a su repertorio “Séptima Sinfonía”, de Ludwig van Beethoven con coreografía de Uwe Scholz. Foto gentileza BNC.

El BNC incorporó a su repertorio “Séptima Sinfonía”, de Ludwig van Beethoven con coreografía de Uwe Scholz. Foto gentileza BNC.

El retorno a las tablas del Ballet Nacional de Cuba (BNC), con representaciones presenciales sin flexibilizar las medidas sanitarias para evitar los contagios con Covid-19 y su nueva cepa Ómicron, ha sido organizado con máxima cautela por Viengsay Valdés, su joven directora general y sucesora (con méritos para ello) de la legendaria Alicia Alonso. De hecho, programó una corta temporada con dos piezas en un acto, de corta duración y un estreno para su repertorio. Esta vez, una obra mayor del malogrado coreógrafo alemán Uwe Scholz (Hessen 1958-Berlin 2004), la “Séptima Sinfonía”, de Ludwig van Beethoven, los cuatro movimientos de la célebre “apoteosis de la danza”, como ha sido calificada por eminentes críticos desde su creación. Esta producción ha sido posible merced al apoyo del British Friends of BNC y el Cuban Artistis Fund.

Para llevar a buen puerto esta exigente pieza neoclásica, fue necesario invitar a la maestra española Roser Muñoz, asistente principal por varios años de Scholz, por ende, conocedora de los entresijos estilísticos de su creador. En la capital cubana contó con la asistencia de dos de los principales maitres del BNC: Svetlana Ballester y Javier Sánchez (antiguos bailarines de la compañía), con la participación medular del maestro Yhovani Duarte, director titular de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

Las dos obras en un acto de la primera parte del cartel fueron: “Love, fear, loss” (sic) con coreografía y vestuario del brasileño Ricardo Amarante, concebida como una libre y apasionada interpretación (nada literal) de las más icónicas canciones de tres “bete de scene” francófonos, Edith Piaf, Jacques Brel y Charles Dumont, a partir de una inteligente transcripción al piano debida a Natalia Chepurenko. Estas presentaciones estuvieron cuidadas al detalle por una ensayadora de primera clase, la ex solista Linnet González (muy próxima a la cultura francesa). Cada sección, el amor, el miedo y la pérdida, contó con las interpretaciones alternantes de seis parejas de primeros bailarines y solistas, según las funciones en los tres días hábiles de esta breve temporada del último mes de 2021, en la sala Avellaneda, la mayor del Teatro Nacional de Cuba, con rigurosa limitación al 50% de su aforo. Esta vez el acompañamiento, con el piano en escena, estuvo a cargo de la maestra Idalgel Marquetti, con un encomiable desempeño (en el estreno absoluto la responsabilidad correspondió al notable pianista cubano Marcos Madrigal, en gira europea este mes).

La entrega de los bailables sorprende por lo afiatada, si se tiene en cuenta los meses de aislamiento por la pandemia, aunque la mayoría se las ingeniaba en sus domicilios para mantenerse en forma (tal vez no en grado óptimo). El cuerpo de baile se mostró convincente si bien se mostraron desigualdades, que serán superadas con más tiempo de ensayos o funciones con las audiencias presentes. Algunos solistas brillaron por su lirismo, musicalidad y hasta con virtuosismo, sin desmeritar los textos.

Anette Delgado y Dani Hernández en "Invierno", de Ely Regina. Foto gentileza BNC.

Anette Delgado y Dani Hernández en “Invierno”, de Ely Regina. Foto gentileza BNC.

Como segundo título del programa fue “Invierno”, un dueto intimista y minimalista, con coreografía y vestuario de la joven solista del BNC Ely Regina (quien ha demostrado sus talentos como coreógrafa en otras piezas precedentes inscritas en el repertorio del BNC), con el soporte musical de Piotr Ilich Tchaikovski (el tema de la escena copos de nieve en Cascanueces). Fue bailado con pasión y aplomo por dos estelares figuras de la compañía, Anette Delgado y Dani Hernández, con una articulación dinámica comparable a signos caligráficos a plumilla, en una gélida atmósfera de sombrías iluminaciones presagiando un final agónico.

La obra coreográfica de Uwe Scholz fue estrenada en Stuttgart por la compañía de ballet del Teatro Estatal de esta ciudad de Alemania en abril de 1991, y aquí se reproduce el vestuario y la escenografía del propio Scholz inspirada en el cuadro “Beta Kappa” del pintor Morris Louis. El diseño de luces estuvo a cargo del técnico cubano Ignacio Arguelles, siguiendo las pautas originales igualmente de Scholz.

Scholz tuvo una andadura en las artes escénicas europeas que pudiera calificarse de rutilante, pues a los 26 años asumió la dirección coreográfica del Ballet de la Ópera de Zurich durante seis años, para luego ocupar la misma responsabilidad en el Ballet de Leipzig. En estos cargos se destacó su preferencia por “lo sinfónico”. Razonablemente, en sus obras se desvela la influencia de John Cranko, y posteriormente de George Balanchine, tras su breve estancia en la School of American Ballet, quienes le insuflaron “su apego y legado” al denominado estilo neoclásico. En este aspecto vale la pena compartir el criterio expresado por el crítico Roger Salas cuando consideró a Scholz “la figura más brillante y precoz de la coreografía alemana neoclásica de los últimos 30 años del siglo XX”.

En esta ocasión el Ballet Nacional de Cuba decide ingresar en su repertorio activo una sólida pieza coreográfica de la pasada centuria, que puede contribuir al enriquecimiento profesional de sus bien formados bailarines, así como a los fieles aficionados locales. Si se tiene en cuenta las diferentes escuelas y estilos que aquí se aplican para conseguir una entrega, la ejecutante del montaje Roser Muñoz, naturalmente fue muy rigurosa a la hora de la transmisión del concepto y estilo del creador, y al respetar la paradigmática partitura beethoveniana.

“Love, fear, loss” con coreografía y vestuario del brasileño Ricardo Amarante. Foto gentileza BNC.

“Love, fear, loss” con coreografía y vestuario del brasileño Ricardo Amarante. Foto gentileza BNC.

Según se pudo apreciar, tanto en ensayos como en el estreno, en ciertos aspectos de la técnica de los bailarines formados por la metodología de la Escuela Cubana de Ballet, fue tolerante, pues no pretendía que el resultado fuera un calco de los europeos. Y que aportaran su idiosincrasia y maneras de bailar, pero debían en cambio, poner el acento hacia abajo para evitar desfases con el ritmo de la música, y fue preciso en cuanto a los port de bras. En cambio, fue proclive a dar libertad a los bailarines al exhibir sus individualidades: la sensualidad de los movimientos, otorgaron un goce particular a esta magistral coreografía sinfónica.

Se pudo admirar un ballet donde la figura estelar es el cuerpo de baile, donde descuellan algunas demostraciones brillantes de los primeros bailarines y solistas al frente de cada movimiento de la sinfonía, como es el caso de Claudia García, Chanell Cabrera, Daniela Gómez, Sadaise Arencibia, Adrián Sanchez o Diego Tápanes, por solo mencionar algunos.





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